La burbuja que contienen nuestras bebidas se genera de forma espontánea durante el proceso de fermentación. En concreto, durante la segunda fermentación, ya dentro de botella. Dejamos que la naturaleza trabaje y no intervenimos. Es por eso que, dependiendo de factores como los ingredientes o la estación en la que envasamos, la burbuja puede variar de un lote a otro y de una variedad a otra.